Resumen del Libro
Dra.
Margarita Torrealba H.
El
siguiente trabajo aborda los elementos más resaltantes del libro “La empresa
consciente” del autor Fredy Kofman.
La estructura del libro consta de 09 capítulos, a saber: Negocios con
Conciencia, Responsabilidad Incondicional, Integridad Esencial, Humildad
Ontológica, Comunicación Auténtica, Negociación Constructiva, Coordinación
Impecable, Competencia Emocional y Entrar al Mercado con Vocación de Servicio.
El
texto hace referencia a la empresa consciente, la cual se define como aquella
que tiene conciencia del mundo interno y
externo es decir que toma en consideración cuerpo, mente y espíritu en el individuo,
la cultura y la naturaleza. Esto significa que para alcanzar el liderazgo
integral en una empresa se requiere el uso de las herramientas que facilitan
recorrer con destreza los ámbitos de la individualidad, la cultura y el
planeta.
En
el capítulo I, se señala que vivir
consciente significa estar en un estado de ser mentalmente activo, la habilidad
de ver al mundo de otra manera. La conciencia es la capacidad de estar atentos
al mundo interior y al mundo que nos rodea, lo cual permite la adaptación del
ser humano. No sólo somos conscientes de nuestro ser, sino también de los
otros. Una empresa consciente favorece el desarrollo de todos los entes
involucrados. Incentiva a los empleados al mundo, de manera rigurosa, con un
razonamiento ético acerca del rol que se desempeña. Los invita a observarse a
sí mismos, para que descubran que significa vivir una vida plena y feliz.
Se
destacan siete cualidades para establecer la distinción entre empleados
conscientes y empleados inconscientes. Los tres primeros son atributos de la
personalidad; responsabilidad incondicional, integridad esencial y humildad
ontológica. Las siguientes tres son habilidades interpersonales: comunicación
auténtica, negociación constructiva y coordinación impecable. La séptima
cualidad es la maestría emocional. Se
considera que estas cualidades obedecen a un elemento de sentido común no de
práctica común.
Las
organizaciones cuentan con tres dimensiones: la impersonal, lo referido al
trabajo, al ello; la interpersonal, que tiene que ver con las relaciones, al
nosotros y la personal que involucra el Yo.
La
arrogancia ontológica es la pretensión de una persona de que las cosas son tal
como ella las percibe, que su verdad es la única verdad. La creencia de que
sólo es válido su punto de vista y cualquier opinión diferente está equivocada.
Para el arrogante ontológico, sus opiniones son la verdad. No distinguen entre
la experiencia subjetiva y la realidad objetiva. Considera que su experiencia
define la realidad.
En el capítulo II, se hace referencia a la responsabilidad, como la
habilidad del ser humano para responder ante una situación determinada. Tener
habilidad para responder no significa tener habilidad para ser exitoso. Nada
garantiza que lo que se haga depare lo que se
desea. Pero asegurará que, en tanto se
esté vivo y consciente la respuesta ante cualquier circunstancia tenga
por finalidad el logro de la felicidad. La responsabilidad confiere poder de
decisión. Permite que nos concentremos en los aspectos de una situación sobre
los cuales se puede influir. La responsabilidad no implica culpa. No somos
responsables de nuestras circunstancias, sino de la manera de enfrentar esas
circunstancias. La responsabilidad es fuente de poder e integridad: el poder de
influir en su situación y la integridad de hacerlo de acuerdo con sus valores.
Igualmente, se
establece una distinción clara entre la víctima y el protagonista. La víctima
es la persona que sólo presta atención a los factores sobre los cuales no puede
influir. Se ve a sí misma como alguien que sufre las consecuencias de
circunstancias externas. El protagonista, por el contrario, presta atención a
los factores sobre los cuales puede influir. Se ve a sí mismo como alguien que
puede responder a las circunstancias externas. Su autoestima es producto de
hacer las cosas de la mejor manera. En sus explicaciones se involucra a sí
mismo, dado que comprende que ha contribuido sustancialmente a la creación del
problema. Cuando las cosas salen mal, el protagonista trata de entender qué
puede hacer para corregirlas. Elige las explicaciones que le confieren poder y
lo ponen en control de la situación. Nadie es simplemente una víctima o un
protagonista. La víctima y el protagonista son arquetipos que expresan dos
tendencias básicas de los seres humanos: la actitud franca y la actitud
defensiva. Cada una de ellas representa
una visión diferente, por medio de la cual ofrecemos explicaciones para los
numerosos acontecimientos de nuestra vida. Todos podemos desempeñar cualquiera
de estos dos roles en momentos diferentes. Actuar como una víctima en una
instancia en particular no impide actuar como un protagonista en circunstancias
diferentes, y viceversa.
Nuestra conducta
es la manifestación de nuestros valores en la acción. Nuestra integridad
depende de que los valores que se manifiestan en la acción sean
congruentes con nuestros valores
esenciales. Cuando se manifiesta de esa manera, nos sentimos orgullosos. Por el
contrario, cuando no es así, nos sentimos culpables. Podemos proclamar valores
nobles, pero carecen de significado si no orientan nuestro comportamiento.
Cada resultado
depende de nuestra capacidad para responder a los desafíos que enfrentamos.
En el capítulo tres, el autor reflexiona sobre
la manera en que podemos mantener nuestra integridad cuando nos enfrentamos con
factores que están más allá de nuestro control. "Tú eres responsable de tu
vida" es una frase que puede actuar como un anzuelo con carnada. Es lo
suficientemente cierta como para sonar atractiva y lo suficientemente imprecisa
como para causar gran confusión.
Si adoptamos una
actitud coherente con valores esenciales, alcanzaremos el estado de paz
interior al que el autor denomina
"el éxito más allá del éxito". La integridad esencial nos permite
desarrollar fortaleza, paz y auto-confianza.
Nuestra conducta
es la manifestación de nuestros valores en la acción. Nuestra integridad
depende de que los valores que se manifiestan en la acción sean coherentes con
nuestros valores esenciales. Cuando eso ocurre, nos sentimos orgullosos. Por el
contrario, cuando no es así, nos sentimos culpables. Podemos proclamar valores
nobles, pero carecen de significado si no orientan nuestra conducta.
La integridad es
un principio guía mejor que el éxito, por dos motivos. Primero, la integridad
implica excelencia, por lo cual estimula la plena dedicación a la misión que
tenemos que cumplir: ganar, sin desperdicio de energía o concentración.
Segundo, la integridad ofrece una interpretación más abarcadora que el éxito.
Mientras que el éxito tiende a concentrarse en el subsistema local y en el
corto plazo, la integridad se concentra en las consecuencias sistémicas de
largo plazo.
El capítulo cuatro, el autor lo identifica como la humildad ontológica.
Presenta un modo efectivo de encarar situaciones en las cuales las personas no
están de acuerdo acerca de lo que sucede ni en qué hacer al respecto.
Las personas ven
el mundo de diversas maneras. El modo en que actuamos frente a esas diferencias
nos define como "controladores" o "aprendices". Los
controladores proclaman que saben cómo son las cosas, cómo deben ser y qué debe
hacerse. Dan muchas órdenes y formulan pocas preguntas. Los aprendices son curiosos
y humildes, tienen menos certezas acerca de la interpretación de los hechos, y
de lo que debe hacerse al respecto. Son más inquisitivos que directivos. Suelen
tomar en cuenta los puntos de vista de los demás en lugar de imponer los
propios.
Los controladores
fundan su autoestima en tener la razón, o al menos en convencer a otros de que
la tienen. Manejan las situaciones imponiendo sus opiniones a los demás y
proclamando que esas opiniones son "la verdad". Se sienten
satisfechos cuando eliminan todos los puntos de vista opuestos a los suyos y
logran que todos estén de acuerdo con ellos. Creen que ven las cosas como son,
y que aquellos que las ven de otra manera están equivocados.
La ontología es la
rama de la filosofía que estudia la naturaleza de la realidad. La arrogancia
ontológica es la creencia de que la propia perspectiva es la privilegiada, de
que la suya es la única forma de interpretar una situación. En situaciones
complicadas, solemos asumir que vemos las cosas tal cual son. En realidad vemos
las cosas tal como se presentan para nosotros.
Lo opuesto a la
arrogancia es la humildad. Una persona humilde no se considera superior a los
demás. No pretende detentar una posición privilegiada. La humildad ontológica
es la comprensión de que nadie tiene un derecho especial sobre la realidad o la
verdad, que los demás tienen perspectivas igualmente válidas que merecen
respeto y consideración. Hay muchas maneras de ver el mundo, y cada una tiene
sus zonas luminosas y sus zonas oscuras. Sólo desde la perspectiva de la
humildad ontológica es posible dar cabida a esa diversidad e integrarla en una
visión más abarcadora. La humildad ontológica puede comprenderse con el
intelecto, pero no es la actitud natural del ser humano.
Un modelo mental
es el conjunto particular de asunciones, generalizaciones, creencias y valores
profundamente arraigados, que permiten dar sentido al mundo en que vivimos y
operar efectivamente en él. Modelos mentales diferentes crean interpretaciones,
sentimientos, opiniones y acciones diferentes.
Los cuatro
filtros: biología, lenguaje, cultura y circunstancia personal, dan forma a
nuestros modelos mentales. Estos modelos mentales, a su vez, condicionan
nuestras percepciones, pensamientos, sentimientos y acciones. Nos llevan a
asociarnos con ciertas personas y no con otras; a pensar de determinadas
maneras y rechazar otras; a emprender ciertas acciones sin siquiera tomar en
cuenta otras; a decidir qué es aceptable y qué no lo es. La humildad ontológica
significa reconocer y validar los modelos mentales propios y los de los otros.
En el capítulo cinco se aborda la comunicación
auténtica. El primer paso para un esfuerzo cooperativo es intercambiar
información válida. Es imposible crear una perspectiva en común sobre una
situación sin dar a conocer honestamente información de todo tipo, desde hechos
básicos hasta opiniones, sentimientos, intereses y deseos.
En todas las
ocasiones en que nos sentimos vulnerables o está involucrada nuestra
autoestima, cuando los asuntos que están en juego son importantes y los
resultados son inciertos, cuando nos importa profundamente el tema que se
discute o las personas con quienes estamos conversando, es probable que el
diálogo nos parezca difícil.
Toda conversación
tiene tres aspectos: operacional, que en el capítulo se identifica como el " ello", o la
dimensión impersonal; relacional, el "nosotros" o la dimensión
interpersonal; e individual, el "yo" o la dimensión personal.
El aspecto
operacional de la conversación se refiere a la tarea que se está desarrollando.
El aspecto relacional de la conversación alude a los vínculos emocionales entre
los participantes. El aspecto individual de la conversación se asocia a la
identidad y la autoestima de las personas.
El capítulo seis habla sobre la negociación constructiva. Normalmente los
conflictos son caóticos e improductivos. Cuando en una relación personal o
profesional se produce una colisión, en general afecta las tres áreas
mencionadas anteriormente: impersonal, interpersonal y personal. Con respecto a
la tarea, un conflicto abordado de una manera incorrecta pone en peligro la
habilidad para coordinar acciones y producir buenos resultados. En lo relativo
a las relaciones, las disputas no resueltas provocan resentimiento, desconfianza
y conducen al fracaso completo. Y por último, un conflicto abordado de modo
equivocado puede dañar emocionalmente a las personas, produciendo inseguridad,
desesperación, o ira.
Es fácil
comprender por qué las personas suponen que los conflictos son intrínsecamente
destructivos. Sin embargo, la energía del conflicto no lo es. Las consecuencias
negativas que observamos a diario surgen de nuestra incapacidad para aprender a
manejar los conflictos de manera constructiva. Para vivir vidas plenas y productivas
necesitamos aprender cómo manejarlos. Evitarlos no es una opción válida. Donde
hay vida, habrá conflicto.
Algunos enfoques típicos sobre el conflicto y sus
respectivas alternativas son: a) Negar.
Para algunas personas los conflictos son tan intimidatorios que deciden negar
su existencia. Tratan de simular que no existen. La negación implica actuar
como si todo estuviera bien cuando en realidad no es así; b) Evitar. Algunas personas están
dispuestas a ver los conflictos, pero hacen todo lo posible para mantenerse al
margen de ellos. Cuando las situaciones son tensas, se retiran; c) Rendirse. Cuando ciertos individuos
descubren que sus deseos entran en conflicto con los de otras personas,
renuncian a ellos. De esta manera eliminan la confrontación abierta, pero nunca
funciona porque la persona que se rinde no satisface sus necesidades; d) Dominar. Algunas personas tratan de
imponer a cualquier precio la solución que desean. Inicialmente esta estrategia
da buenos resultados en lo referente al trabajo, pero siempre causa grandes
daños en las relaciones y afecta a las personas que no logran satisfacer sus
necesidades. Si las personas no son felices y las relaciones se deterioran, los
logros externos serán poco duraderos; e) Intrigar.
En esta variante la persona trata de imponer su voluntad persuadiendo a una
persona con autoridad a espaldas de su oponente; f) Votar. Es otra variante de la dominación pero en lugar de ejercer
directamente su autoridad, el dominador intenta lograr su objetivo manipulando
a los otros a votar a favor de lo que él propone; g) Transigir. Cuando se establece una solución de compromiso, cada
persona consigue más de lo que tenía, pero menos de lo que deseaba. Todos
pierden algo. Llegar a un acuerdo parcial puede ser mejor que no lograr ninguno,
pero tiende a fomentar la mediocridad en lugar de la excelencia.
Todos los métodos
anteriores están llenos de problemas. Tienen en común el defecto de que
consideran las posibles soluciones como algo fijo: o bien una parte gana
imponiendo su posición a la otra, o bien ambas partes llegan a un acuerdo para
poner en práctica una alternativa intermedia.
En la negociación
constructiva, por el contrario, se permite a las personas expresarse,
comprender las necesidades de todas las partes y crear nuevas soluciones. La
negociación constructiva resuelve los temas en conflicto por medio de la toma
de decisiones consensuadas, las relaciones de respeto mutuo y la valoración de
los individuos, que se manifiesta en la consideración de sus necesidades y
valores.
La negociación
constructiva crea nuevas posibilidades. Las personas se concentran en ganar con
el otro en lugar de ganar contra el otro. Comprenden que para crear tanto valor
como sea posible deben entablar una relación que funcione, y que esa clase de
relación sólo puede fundarse en el respeto por los intereses de todos los
individuos.
El capítulo siete, aborda la coordinación
impecable. Cuando la información es clara y todos los involucrados la conocen,
se ha establecido un compromiso sólido. Si este compromiso se cumple de manera
impecable, las personas se sienten seguras, se crean relaciones de confianza, y
se desarrollan acciones coordinadas. Los compromisos impecables hacen que la
vida sea más productiva y dichosa. En cambio, cuando no se honran los compromisos,
la productividad cae, la confianza se transforma en resentimiento y las
personas sufren.
Son muchos los
profesionales para quienes la autoestima es el resultado de "hacer las
cosas sin ayuda" o "saberlo todo", o por lo menos, dar esa
apariencia. Por ese motivo muchos se abstienen de pedir ayuda, a menudo a costa
de no poder cumplir con su trabajo.
La conducta
impecable en los compromisos es una disciplina incondicional. No depende de los
demás. No sólo se trata de ser impecable con quienes tienen esa actitud hacia
nosotros. Quien elige una conducta impecable decide que esa es la manera en que
quiere vivir.
No es suficiente
exigir que las personas asuman su responsabilidad cuando no cumplen sus
compromisos. Para crear una cultura fundada en una conducta impecable también
es necesario reconocer y elogiar a quienes la hacen posible. Un líder que pasa
por alto un compromiso no cumplido estimula la complacencia. Promueve una
cultura de cordialidad inoperante en la cual todos están disculpados "por
no hacer". Por otra parte, un líder que no valora la integridad desalienta
la dedicación apasionada. Estimula una cultura en la cual las cosas se hacen
sólo por obligación. Cuando las personas sienten que sus logros no son
reconocidos, lo consideran una injusticia que debilita su entusiasmo.
En el capítulo ocho, se trata de la
competencia emocional. Los programas de estudio académicos excluyen la
inteligencia emocional. La educación formal elude el desarrollo de competencias
emocionales y se concentra exclusivamente en los aspectos intelectuales. A
pesar de que evidentemente en los lugares de trabajo se necesitan personas
perspicaces, el tema adquiere más importancia cuando esas personas ejercen
cargos directivos, porque su trabajo ya no debe enfocarse en los aspectos
técnicos, sino en las cuestiones sociales. La incompetencia emocional se
convierte entonces en una importante desventaja para el liderazgo.
La maestría
emocional se desarrolla, considerando: Primero, debemos entender qué son las
emociones y cómo operan. Segundo, debemos tener en cuenta que las emociones son
un arma de doble filo. Por una parte, pueden descarrilar nuestros procesos
mentales. Por la otra, sin ellas no hay motivos para pensar. Las emociones son
absolutamente necesarias para la racionalidad. Tercero, debemos encontrar modos
de utilizar la poderosa información contenida en las emociones sin permitir que
estas nos controlen. Por último, debemos desarrollar la ecuanimidad para
permanecer centrados ante circunstancias difíciles. Al final de este proceso
seremos capaces de conservar el equilibrio mientras otras personas, menos
conscientes, se desintegran.
Son cinco las
habilidades básicas que nos permiten trabajar sobre nuestras emociones, a
saber: la autoconciencia, la autoaceptación, la autorregulación, la
autoindagación y la autoexpresión. Estas competencias se relacionan con cinco
habilidades para trabajar sobre las emociones de otras personas:
reconocimiento, comprensión, influencia, indagación y escucha.
A continuación se
explicitan, de manera sucinta cada una de esas habilidades básicas:
La
autoconciencia, representa el primer paso en el trabajo con las emociones. Es la capacidad de saber lo que ocurre en
nuestro interior. Esta actitud para percibir el propio estado interior es
fundamental para la supervivencia de todos los organismos, pero los seres
humanos pueden desarrollarla hasta alcanzar un nivel muy alto. Además de
percibir nuestros estados interiores, las personas somos capaces de reflexionar
sobre ellos y transformarlos en objeto de nuestra conciencia.
La autoaceptación, representa el segundo
paso para manejar las emociones y aceptarlas sin establecer juicios. Debemos
comprender que nuestras emociones son impulsos automáticos que surgen sin que
podamos controlarlos. Así, no puede haber una prescripción moral acerca de lo
que usted debe o no debe sentir en un momento u otro. Las emociones no pueden prevenirse. En
cambio, es posible y de vital importancia evitar actuar impulsivamente.
El tercer paso
para trabajar sobre las emociones es la autoregulación,
la cual consiste en regular los
impulsos. Cuando estamos bajo la presión de nuestros impulsos, es necesario
mantener nuestra conciencia, para regular los medios de autocontrol y orientar
nuestra energía emocional. La regulación de las emociones implica su expresión
consciente. Para canalizar la energía emocional es necesario reconocerla,
aceptarla y comprender sus orígenes. Debemos escuchar las emociones sin olvidar
nuestra responsabilidad de actuar con integridad.
La autoindagación es el cuarto paso
identificado por Kofman. Sostiene que para hacerse dueño de las emociones es
necesario conocer las historias que les dan origen. Debemos analizar nuestros
pensamientos para separar la información útil de la neurosis. Toda emoción nace
de una interpretación y desemboca en un impulso. Si honramos esos impulsos con
integridad, lograremos el éxito más allá del éxito.
Por último, se
presenta el quinto paso identificado como la
autoexpresión. Es importante resaltar que la raíz latina de la palabra
emoción es el verbo "mover" (moveré); en francés,
"conmover". El ciclo natural de las emociones es "conmover"
que alude a producir sentimientos y luego entrar en movimiento, es decir
generar acciones. Cuando los sentimientos se reconocen y se expresan
adecuadamente, promueven la salud en el ámbito individual, interpersonal y
operacional. Cuando el ciclo emocional se bloquea, las emociones se anquilosan,
según palabras textuales del autor. Quienes obstruyen el flujo de los
sentimientos caen en estados de ánimo negativos como la resignación, el
resentimiento y la depresión.
Cuando se analiza
la historia de una emoción descubrimos una serie de valoraciones y creencias.
Si estamos tristes es porque creemos haber perdido algo valioso; si estamos
enfadados es porque creemos que alguien nos maltrató. Estas creencias pueden
ser falsas. Tal vez no disponemos de información pertinente sobre los hechos o
aplicamos un razonamiento erróneo. Muchas creencias son producto de distorsiones cognitivas. Las tres
distorsiones más relevantes con respecto a las emociones son: el sentirse
víctima, la confusión y el "deber ser".
Por último, se
presentan las ideas más relevantes del capítulo
nueve. Muchas personas que emprenden la búsqueda espiritual pierden el
interés en los asuntos cotidianos; algunos nunca regresan al mundo humano. Para
ellos, la realidad habitual es sencillamente una ilusión que deben dejar atrás.
En esta óptica, trascender significa desaparecer.
Los negocios no
son vistos habitualmente como una actividad espiritual. Se supone que sus
objetivos son exclusivamente lucrativos, y están desprovistos de significados
más profundos; no obstante, los únicos negocios que valen la pena son los que
se realizan de manera consciente, es decir, aquellos que conciben la tarea como
una actividad espiritual.
Uno de los
indicadores de la evolución humana es la ampliación del "círculo de
afectos e intereses". En los niveles inferiores el individuo sólo está
interesado en sí mismo. Todos partimos del estadio egocéntrico, en el cual el
único que importa soy "yo" y lo que me preocupa es "mi
felicidad". Cuando el individuo madura se convierte en etnocéntrico. En
ese estadio, se ve a sí mismo como miembro de una comunidad, uno de
"nosotros". En lugar de concentrarse en sí mismo y en sus propios deseos,
comienza a preocuparse por los integrantes de su comunidad. El círculo de
afectos e intereses se amplía para incluir a la familia, el clan, la tribu, la
nación, la raza o cualquier grupo al cual la persona siente que pertenece.
El gran objetivo
de una persona de negocios, de un deportista, o de cualquier persona que
realiza una actividad competitiva en forma consciente, no es lograr el éxito,
sino alcanzar el conocimiento, la realización, y la trascendencia espiritual.
Algunas personas limitan sus actividades
espirituales al ámbito privado. Pero son nuestras actividades profesionales las
que definen nuestra identidad personal y social, las que nos proporcionan un
grupo de pertenencia, un objetivo y un sentido. El trabajo nos presenta
desafíos, oportunidades para alcanzar logros y demostrar integridad, y
sensación de fortaleza y capacidad.
En fin, este
ilustrativo libro ofrece un mapa detallado así como un abanico de
recomendaciones útiles para desarrollar la necesaria conciencia colectiva. Con
independencia del resultado final, la acción consciente garantiza una sensación
de dignidad y de paz interior. Proporciona la serenidad de saber que hicimos
todo lo que debíamos hacer. Cada resultado que se obtenga depende de nuestra
capacidad para responder a los desafíos que enfrentamos.
Resumen
realizado del libro:
Kofman, F.
(2008) La empresa consciente. Como
construir valor a través de valores. Buenos Aires: Aguilar.
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